Sunday, November 26, 2006

Hellae

Es bastante complicado detener una bala. En una habitación en completo silencio, a unos diez metros del tirador y con poco más de media hora de preparación, las probabilidades de lograrlo estarían a la par con las de ni siquiera darte cuenta del disparo. En una taberna llena de seres hostiles que al hablar causan un insoportable martilleo en el poco desarrollado oído humano, si consigues detenerla una décima de segundo es que la diosa Fortuna ha decidido sonreírte. Es más tiempo del que Nyzt necesita.
Una décima de segundo y ya no está.
El giro del tobillo suave y violento, las manos atravesando carne. Intento leer en su mente el siguiente movimiento. Nada.
- Le debo una, Doc – su espada cortando extremidades. Pensamientos prohibidos.
Nos rodean, pero parecen más hospitalarios. Nyzt disfruta de su obra. “Que alguien vuelva a intentarlo”. Nadie más lo intenta y al poco tiempo el lugar vuelve a su actividad cotidiana. Tensa tranquilidad. Segundos después aparece Mellar.
- Está todo preparado – dice.
Mellar abre puertas. Sabe con quien hablar, donde preguntar, cuanto pagar. Su mente es un laberinto, barreras y callejones sin salida. Sus ojos no reflejan sentimientos. Sólo habla cuando tiene algo que decir.
El tipo de ser del que jamás te fiarías.
Salimos del antro con cientos de ojos observándonos, esperando la oportunidad. Nuestras cabezas suben de precio cada hora, según los últimos rumores trescientos mil dlagras por el equipo completo. Especifica claramente que sólo están interesados en las cabezas. Nyzt acaricia la empuñadura de su espada mientras camina. Necesidad reprimida.
Tres calles después un enano verdoso nos espera. Susurra algo en nuestro idioma, pero no logro distinguir las palabras. Mellar se disculpa y nos pide un par de minutos de intimidad con su “amigo”. Nyzt estudia la zona, esta vez su mente es clara. Emboscada. Vías de escape. Sangre. No sé cuanto le han pagado, pero me encanta tenerlo en mi bando.
- Problema solucionado. Sigamos al pequeño moco – Mellar el silencioso reaparece. Como siempre, su tono de voz es perfecto. Una leve sonrisa se dibuja en sus labios.
No puedo creer que estemos tan cerca. Puedo sentirlo, pero intento disimular mis emociones. Nyzt piensa en la recompensa, en el dinero, en un bosque rodeado por dos mares. Mi motivación es muy diferente. Yo hubiera hecho este viaje gratis, incluso habría pagado porque mis manos fueran las primeras en tocarlo después de tanto tiempo.
Seguimos avanzando despacio hasta los límites de la ciudad, donde nuestro guía se detiene, demasiado cerca de la arena negra.
Empieza con un susurro y su voz va subiendo tonos, en un cántico incomprensible. Sus dedos tiemblan. El suelo tiembla a su ritmo. A lo lejos, un torbellino viene directo hacia nosotros. Ante nosotros una leyenda se materializa.
- Caballos Dwealigh – Nyzt suspira de pura admiración.
Cuentan que hubo un tiempo en el que en lugar de arena negra la ciudad estaba rodeada por verdes praderas. Cuentan que caballos salvajes protegían a sus habitantes. Cuentan que algunos de ellos sobrevivieron, que corren para escapar del destino. Sus mentes cuentan otras historias.
El resto del viaje es a ciegas. Volamos dentro de una eterna tormenta de arena. Es en ocasiones como esta cuando bendigo mis capacidades. Ver con los ojos de un Dwealight. Lágrimas brotan de mis protegidas pupilas. Nyzt no ve nada, pero disfruta del recorrido a su manera. Escucho ecos de sus gritos entre el soplido constante. Emociones fuertes para un guerrero que pensaba haberlo vivido todo. Mellar va delante, junto al diminuto mago. No parecen sentir emoción alguna.
Nuestra velocidad disminuye, una sombra marca el horizonte. A medida que nos acercamos la imagen se hace más clara. Hasta que no rozo con las yemas de mis dedos las puertas de acero no me convenzo de que no estoy frente a una ilusión.
- Bienvenidos a las puertas de Hellae – la voz del enano ahora suena grave, como si escucháramos a un ser milenario.
Historias de mi infancia invaden mi mente. Sueños, promesas de adolescencia, oraciones silenciosas. Una cita a ciegas con el destino.
Mellar examina la entrada. Por primera vez en cuatro meses, detecto una duda, un destello de admiración. Hasta ese momento siempre pensé que no lo necesitábamos, muchos tipos hubieran hecho su trabajo por un tercio de lo que él pidió. Mellar abre puertas. Literalmente. De la nada aparece un portal, una macha oscura sobre el metal. Un pórtico.
- Adelante.
Y después todo ocurre demasiado rápido.
Dos pasos y un ejército nos corta el paso. Armaduras hechas huesos, miles de muertos las portan. Y una legión de espíritus lo protegen , cuentan los ancianos en todas las regiones. Y nunca nadie pudo superarla .
Nyzt ejecuta el primer ataque. Es un acto suicida, un movimiento instintivo. Durante unos minutos consigue abrirnos paso, parece no desfallecer. El hombrecillo verde desaparece, sin decir o sentir nada. Mellar abre una puerta hacia el otro extremo de la sala, hacia la zona despejada.
- ¡Nyzt, aquí ahora! – grito, pero no me hace caso. Mellar me empuja dentro del pórtico. La última vez que veo a Nyzt está entre brazos y dientes, cubierto con su propia sangre. Con una sonrisa demente en su rostro.
Corremos por un gran pasillo. Espejos en lugar de ventanas. No hay tiempo para lamentarse o tregua para respirar. Hasta que llegamos a la última barrera.
Tres puertas iguales.
Mellar se toma su tiempo, acerca su dedo a la boca. Silencio absoluto. Por un instante, parece que las puertas le susurren secretos. Por fin, se decide por una de ellas y la abre. Se gira y sonríe.
- Ya estamos – detecto su segunda y última emoción. Pánico. La puerta lo absorbe, se cierra. Desaparece.
Dos puertas. Si tuviera una moneda y mis manos no temblaran lo echaría a suertes. Abro la más cercana. Y allí está.
Al final de un camino despejado. Demasiado fácil. Avanzo muy despacio, atento a todos los sonidos, a cualquier presencia inesperada. A dos pasos de conseguirlo sucede. El aire se corta en un coro de silbidos.
Es bastante complicado detener cincuenta flechas que van directas a tu corazón.










El principio me encanta, esta vez si que queda bien el enlace con el final. Lo primero que escribo estilo aventura y seguramente lo último, prefiero verlo en pantalla.

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