Friday, March 02, 2007

Siempre me deja marchar

Se retrasa, si no lo hiciera no sería ella. En la mesa de enfrente dos mujeres gritan, discuten sobre gente que no conocen. Después de tanto tiempo casi estoy acostumbrado a esperarla. Imagino los motivos que le han impedido llegar a tiempo. Un atasco por culpa de autobuses que se han negado a avanzar, una manifestación de personas que no tiene nada de lo que quejarse ni nada mejor que hacer, una tormenta de vasos de agua helada. En la mesa de al lado una chica lee un libro del que no puedo ver la portada, un libro por el que merece la pena beber el café con leche frío. Miro el reloj por décima vez más por costumbre que por ganas de saber la hora. La camarera tatarea el último éxito de ritmo latino, la radio como creadora de zombies por saturación. Eternos segundos más tarde la música cambia a algo mucho más digerible, la fingida felicidad deja paso a la nostalgia. Y abre la puerta.


- Lo siento, tenía una fregada de seis días y pensaba que me daba tiempo. Y me daba si no llega ser por el tráfico.
- No pasa nada.

Se quita el abrigo a cámara lenta y me da dos besos. Un ligero abrazo.

- Se te ve bien. Estas más delgado - Intento leer entre líneas. Los ojos, los gestos, mil kilos de imaginación. “No te puedes ni imaginar las ganas que tenía de verte”.
- Tu también tienes buena pinta.
- ¿Has pedido ya? – “¿Me has echado de menos?”
- No, te esperaba.
- ¿Sigues tomando café solo?- “¿Piensas en mi de vez en cuando?”

Se levanta y pide en la barra. Las mujeres de enfrente continúan con sus gritos, conversaciones que hacen girar al mundo.

- ¿Y cómo te va la vida?- Directa y con los mínimos rodeos.
- Bueno, aun respiro. He encontrado trabajo, no es que me apasione pero de momento es agradable. ¿Y tu?
- Parece que todo va bien, las pruebas siguen siendo buenas. Pero estoy muy cansada.
- Seguro que no paras, cabra loca.
- Ya me conoces.

Meses sin verla que se convierten en minutos. Por un rato volvemos a ser los dos contra el mundo.

- No sé si debo o no decirlo, pero te echo de menos.
- Yo a ti también, cabezota – sonríe, segundos en los que la barrera desaparece.
- Y da igual lo que haya pasado, sabes que siempre estaré para ti.
- Por eso llamé.


Dos horas después nos despedimos, un abrazo largo en la parada del autobus. Sé que nos veremos pronto.





Una especie de segunda parte de "Imaginando futuros imperfectos", hace tiempo que estaba escrito y solo hacía falta acabarlo de alguna forma. Hay una tercera parte también escrita, un día de estos aparecerá por aquí.