Sunday, November 26, 2006

Lejos del cielo

I.


Remiel se posa en el tejado y sacude las alas en un gesto tan innecesario como espectacular, una especie de sello personal que adora. Ksiel le espera sentado entre las descuidadas estatuas con forma de mujer, pequeñas obras de arte demasiado alejadas del suelo para ser admiradas, para que a alguien les importe su aspecto.
- He terminado con mi lista – Remiel se sienta a su lado, le da un ligero golpe con el hombro derecho. - ¿Cuántos? – pregunta Ksiel.- Veintidós – Remiel saca un folio doblado en cuatro pliegues. - De cincuenta y cuatro – Ksiel le arrebata el papel de las manos – Pocos.
. La chica de la puerta 12 llevará a su hijo al médico gracias a una infección de oído.. El hombre de la puerta 9 irá al banco a reclamar un pago que no ha autorizado.. La mujer de la puerta 18 acudirá a una entrevista de trabajo a la que ha sido convocada por error. . El anciano de la puerta 4 viajará a primera hora a la ciudad donde viven sus hijos, para arreglar unos papeles y aplacar un arrebato de melancolía.
- Pocos – repite en voz baja mientras sus ojos continúan recorriendo el listado. - Ahora vuelvo.
Remiel se deja caer y despliega sus alas en el aire. Las tensa, se eleva. La ventana está cerrada, parece que no hay nadie en casa. Odia tener que atravesar paredes, le hace sentir como un intruso. Odia invadir la intimidad de la gente. A oscuras, se guía por el ruido, le lleva hasta su objetivo. Odia las jaulas, la soledad impuesta.
- Remiel, el ángel de los animales – susurra su compañero al verle llegar con un loro multicolor revoloteando a su lado. - Jamás pone ninguno en sus listas – se excusa – sabes que no es justo. - No creo que le importe.


II.


Ksiel se posa en el suelo y esconde las alas, en un gesto tan triste como incontrolable, una especie de sello personal que detesta. Remiel le espera sentado sobre las destrozadas estatuas con forma de mujer.
- Treinta y dos. - Demasiados – afirma Remiel.- Ahora vuelvo.
Ksiel camina entre los escombros. Cuerpos destrozados y vidas robadas. Odia lo que ve, siente una impotencia infinita. Odia esperar a que suceda sin poder intervenir. Despliega su lista.
. La niña sin brazos de la entrada hubiera escrito novelas policiacas. . El hombre con la cabeza incrustada en el escalón era camarero, nunca podrá invitar al cine a la chica de la pastelería.. La mujer que se quedó intentando salir por la puerta cantaba canciones de jazz en el café de la esquina.. El chico con el niño en sus brazos no llegó a enamorarse.
Sus ojos recorren el listado. Durante varios minutos piensa en ellos, en lo que nunca verán, vivirán, sentirán. Fuera, en la distancia, Remiel se pregunta por qué Ksiel guarda todos los nombres, por qué conserva los listados. Como muchas otras veces se promete a sí mismo interesarse.











Soy fan de Wenders y sobre todo de "El cielo sobre Berlín". Un relato de contrastes y luces contra sombras.

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