Disfrutando del año pasado
- Es posible que todo se termine. Si nadie hace algo para impedirlo, si no nos damos cuenta de…
Lo juro. De lejos parecía simpática, una chica muy agradable. Sus codos apoyados en la barra, su mirada perdida. Hace diez minutos me preguntaba por qué estaba sola, por qué nadie la invitaba a una copa o le hacía alguna pregunta estúpida. Decidí acercarme a ella. Puede que fuera la curiosidad, quizás lo bien que le sentaban los vaqueros. Y he de decir que al principio fue muy amable. Más o menos hasta los cinco minutos de monólogo. Yo no soy un tipo demasiado hablador, me gusta escuchar y doy buenos consejos, pero ni siquiera me ha dejado decir hola.
- …además, creo que no podría ocurrir nada peor. La situación actual del cine estadounidense es lamentable, tanto por la falta de ideas como por la influencia de las producciones que…
La miro interesado mientras repaso lo que tengo que hacer mañana. Comprar el periódico. Pasear por el parque. Puede que ir al cine por la tarde, a ver una estúpida comedia americana.
- ¿Me pones trece Heinekens? – la voz de un ángel que pide grandes cantidades de alcohol. Nada mejor para sacarme de mi más que interesante reflexión.
Una voz como el trailer de una peli de verano, promesas de intenso argumento y final feliz. Me giro despacio, no porque la máquina de emitir palabras que tenía ante mis ojos se fuera a molestar. No, quería tener unos segundos para imaginarla. Segundos que no podrían hacerle justicia.
- Si pides otra más no vas a poder llevarlas… ¿o piensas tomártelas aquí? - No. Pensaba pedir ayuda a algún desconocido – me mira, por unos momentos me quedo sin palabras – pero veo que ya estás ocupado – dice mirando hacía la chica que, por supuesto, aún no ha parado de hablar. La situación me recordó a los dibujos animados, cuando uno de los personajes tiene a los dos extremos de su conciencia susurrándole al oído.- Seguro que no notará mi ausencia – sube las cejas, un gesto de exagerado asombro.- Entiendo – asiente con la cabeza – yo llevo siete y tú el resto.
Dos minutos después, cargamos con las cervezas y nos alejamos de la barra despacio, esquivando gente. Aún escucho la voz de la cotorra, un canto de sirenas diabólicas que se pierde con la distancia. Sigo a mi rescatadora, el contoneo de su trasero me sirve de guía. Al llegar a nuestro destino, me doy cuenta de que en ningún momento me he planteado para quien sería tanta cerveza, si se trataba de una fiesta de compañeros de trabajo o tal vez solo quería beber como una loca y dar a un pobre diablo la noche de su vida. Mi en mis más fantasiosas fantasías hubiera dado con la respuesta correcta.
- Ya estoy aquí, chicas – doce mujeres despampanantes aplauden como locas. Debo estar en la sala vip, están sentadas alrededor de una mesa redonda. Miro al cielo y doy gracias al Señor, le prometo que seré bueno desde mañana por la mañana – este es…- Michael – digo, simulando confianza y autocontrol.- Encantada Michael – me besa la mejilla, sonríe. Estoy tan paralizado que debo parecer un maniquí – te presento al año 2003 de la revista Playboy.
Se levantan una a una, por orden mensual. En Abril una parte de mi cuerpo me lanza un aviso. Intento pensar en otra cosa. Repaso lo que tengo que hacer mañana. Pasear por el cine, comprar un parque. Llega Julio y no tengo nada que hacer, no hay forma de disimularlo. Acerco sutilmente las cervezas heladas que aún tengo en mi mano derecha a la zona en cuestión. La idea funciona hasta Octubre, Noviembre y Diciembre se dan cuenta de la situación, pero no parece que les importe demasiado.
Las dos horas siguientes las paso perdido en el año pasado. Me cuentan que se han reunido para celebrar el fin de rodaje del vídeo-calendario oficial, que durante los últimos trece días se han hecho muy amigas. Pasan los minutos entre anécdotas que cualquier tipo mataría por escuchar.
- ¿Y la chica con la que vine? – pregunto a Mayo, intentando clavar mi mirada en sus ojos azul cielo.- Elsa es Miss Playboy internacional. Elegida entre las mujeres más hermosas del planeta.
Ahora no me voy a acobardar. De camino a Elsa (y no está demasiado lejos), Febrero me guiña el ojo, Septiembre se muerde el labio inferior en uno de los gestos más sexys que he visto en mi miserable vida.
- Quiero darte las gracias. Es como un sueño hecho realidad. - De nada. No todo el mundo puede decir que ha estado con el 2003 al completo.- No. Me refería a haberte conocido – la frase me sale sola, aunque al escucharme me siento un poco cursi. Y decirla mientras le miro el sujetador y me pregunto de que demonios será la mancha que lo adorna le quita credibilidad. - Eres encantador – sonríe, la sala se ilumina.
Media hora después, agarra mi mano y nos vamos en silencio. Pasamos por la barra, vemos a la chica parlanchina, hablando con otra pobre víctima. En la puerta, una limusina nos espera. Me prometo a mí mismo que me suscribiré a esa bendita revista.
El olor a huevos fritos me despierta. Lo primero que veo al abrir los ojos es el sujetador negro, descansa sobre una mesita de noche de estilo victoriano. Vaya. No era una mancha. Bordado, en un blanco radiante, el famoso conejito presidiendo la prenda.
Una tonteria, pero tiene algo de gracia. El resultado de unas directrices complicadas y una imaginación calenturienta.
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