Hazte astronauta
“Hazte astronauta” me dijo. La gente te adorará. Los niños querrán ser como tu. Y es un empleo muy bien pagado. Además, es muy probable que jamás despegues. Te pegaras la gran vida.
A diferencia de lo que la gente suele pensar, los astronautas odiamos nuestro trabajo tanto como las recepcionistas pueden odiar el sonido de un teléfono. No creo que a nadie en su sano juicio le gusten las practicas en el maldito tanque de agua por mucho que simule las condiciones en las que nos encontramos en el espacio. Es mas, creo que el motivo principal por el cual a la gente le interesa tanto este trabajo es simple y llanamente la pura vanidad. No tiene mucho de especial el ser abogado, médico o piloto de avión. Pero poca gente puede decir que es astronauta. En mi caso cuando me apunte a las pruebas no era mas que uno de los miles de trabajadores de la Nasa, un trabajador anónimo en el departamento de mecánica de aeronaves. A la convocatoria se presentaron mas de cuatro mil personas, todos ellos profesionales altamente cualificados y yo fui el elegido. Y todo por un consejo de mi mujer. “Hay una solución muy clara para tu problema de falta de reconocimiento en el trabajo”. “Hazte astronauta” me dijo.
Faltan dos días para el despegue y hoy nos enfrentamos a la ultima sesión de entrenamiento. Salimos de la base hace dos horas en un camión de la compañía, una unidad móvil de lujo con café recién hecho y donuts del día. Debemos estar en un centro ultrasecreto o algo así. Sentados en una mesa enorme, similar a las emplean en las en las grandes empresas para sus salas de reuniones, la tripulación al completo esperábamos con cara de aburrimiento. Hace unos veinte minutos una rubia de medidas ideales enfundadas en un traje de enfermera apareció de la nada y se llevó a nuestro comandante, Danny Anderton. Los ojos de Danny quedaron clavados en el trasero de la chica y la siguió como un galgo sigue a la falsa liebre. Diez minutos después la enfermera con cuerpo de top model vino a por Agatha Burgess, nuestra especialista de carga. Segundos después de que la única mujer de la tripulación abandonara la sala John Witwer, nuestro carismático piloto, hizo el comentario que todos esperábamos de el.
- ¿Habéis visto ese precioso culo?
Hace aproximadamente una hora que llegamos y en de nuestra improvisada reunión solo quedamos Jeff Fletcher y yo. No sé dónde estarán los otros ni que clase de pruebas se dedican a hacer en este sitio, pero desde luego no han vuelto por aquí. Justo un segundo antes de decidirnos a buscar a alguien para que nos diera algún tipo de explicación, la enfermera entro en la sala y dijo mi nombre con una inquietante dulzura. Antes de abandonar a mi compañero tuve la extraña certeza de que algo pasaba, algo que ninguno de nosotros podíamos imaginar antes de llegar a este maldito sitio.
Caminamos por un largo pasillo de paredes de acero carente de puertas o indicio de cualquier tipo de actividad. Al fondo, una puerta se abrió un par de metros antes de nuestra llegada. Entramos en lo que parecía ser un enorme laboratorio, lleno de maquinas que no había visto en mi vida y que no tenia ni idea de para que podrían servir. Busqué sin suerte algún signo de vida o algún rastro del paso de mis compañeros. La enfermera me digo que me sentara mientras señalaba con su mano hacia una silla de cuero y una mesa de pino macizo, algo que no pegaba demasiado con el resto de complementos de la habitación.
Menos de un minuto después de la desaparición de la enfermera llegó el Doctor Lamar Knott. No exageraría si dijera que era el tipo más extraño que había visto jamas. Completamente calvo, casi dos metros de altura, ojos azul grisáceo, mirada inquisidora.
- Quiero que conteste a cada pregunta de forma clara y sin ningún tipo de dudas. - Dijo nada mas sentarse frente a mí. - Como quiera. - ¿Es usted Frank Stevens, experto en sistemas eléctricos e hidráulicos? - Si. - ¿Esta usted casado o tiene familiares a su cargo? - Si. - ¿Cree usted en la existencia de extraterrestres, en la vida en otros planetas? - La expresión de mi cara cambio del cansancio a la sorpresa por la pregunta. - Todas las respuestas a cualquiera de las preguntas que pueda hacerme esta en mi ficha, no veo necesario contestar a este cuestionario. - Tanta espera para esta estupidez, pense.
Antes de dar opción a cualquier reprimenda por mi falta de disciplina, a un par de metros de donde estabamos se abrió una puerta que a simple vista era inexistente. De ella salió Danny Anderton. Me miró directamente a los ojos y no pareció reconocerme. Era Danny, eso estaba claro, pero no parecía la misma persona con la que pasé mas de dos años de instrucción. Esta demasiado pálido, sus ojos no expresaban emoción alguna. Incluso parecía andar de forma diferente. Tras él, la enfermera llevaba en sus manos una especie de bote del tamaño de una lata de refresco. En el momento en el que se cerró la puerta por la que salieron se abrió otra en otro punto de la habitación. Entraron en ella y el Doctor Knott reanudó su particular test como si nada hubiera ocurrido.
- ¿Tiene usted perro u otro tipo de animal de compañía? - ¿Que le han hecho al comandante Anderton? No tenia muy buen aspecto. - Decidí que la entrevista había terminado. - El comandante Anderton esta perfectamente, por el momento todas las…..- Y justo en ese momento, antes de que el Doctor Knott acabará de dar su pobre explicación la puerta por la que antes habían aparecido Danny y la enfermera rubia se abrió. De ella salió la misma enfermera con el mismo bote seguida de Agatha Burgess, con el mismo pálido aspecto. Era el momento de saber que estaba pasando. En un movimiento rápido me levanté de la silla y por primera vez la cara de Knott hizo lo que pareció un leve gesto de sorpresa.
- ¡Ey, Burgess! ¿Va todo bien?. - Le grite con bastante intensidad, como si estuviera a el triple de distancia.
- No me hizo el más mínimo caso. Continuo andando hacia la misma puerta por la que desapareció Anderton y en cinco segundos la escena terminó. Knott, con su mirada inexpresiva totalmente recuperada continuó con su mecánico trabajo.
- ¿Ha tenido alguna enfermedad grave a lo largo de su vida?. - Con el mismo tono monótono. - ¿Qué tienen montado aquí, una fabrica de tías superbuenas o algo así? ¿Qué tipo de pruebas nos están haciendo? .- Seguía de pie, aunque ni mis preguntas ni mi falta de protocolo parecían importarle lo mas mínimo. Ante su falta de reacción y la ausencia de cualquier tipo de respuesta, mis nervios se aceleraron. Golpeé con mis puños la mesa y Knott miró por detrás de mi espalda con la misma tranquilidad con la que me preguntaba su estúpido cuestionario. La enfermera rubia o una de sus gemelas me inyectó el contenido de una pequeña jeringuilla en mi brazo izquierdo.
El resto lo recuerdo como una mezcla de nubes y claros. Recuerdo darle un empujón para quitarla de mi camino. Recuerdo que intenté abrir la puerta por la que había llegado, pero era incapaz siquiera de encontrarla. Recuerdo correr hacia el fondo del enorme laboratorio y la puerta que se abrió cuando apenas me quedaban fuerzas para caminar. A duras penas conseguí cruzarla y lo ultimo que vieron mis ojos fue algo que a primera vista me pareció un efecto secundario de la droga que me habían administrado. Una nave enorme, tres veces más grande que cualquiera de los cohetes espaciales existentes en los archivos de la compañía descansaba imponente en una especie de hangar. Puede que por deformación profesional o por simple fascinación cuando caía al suelo, perdida toda movilidad de mi cuerpo, lo único que pense es en que tipo de sistema de despegue podría tener ese cacharro. Y entonces todas las luces de mi cerebro se apagaron.
Hace un rato que recuperé la consciencia. Sigo sin poder moverme un músculo y hasta que pueda hacerlo me niego a abrir los ojos, aunque dudo que lo consiguiera. Oigo unas voces conocidas, deben estar cerca, a unos seis metros de distancia.
- Espero que todos los humanos no sean tan hostiles como el penúltimo espécimen. Antes del intercambio nos dijeron que estos estaban entre lo mejor de la especie. - Eso nos aseguraron. De todas formas el anterior grupo ya nos informó de que el macho de la especie tiende a tener reacciones desproporcionadas ante situaciones adversas. - Y también hemos confirmado que se dejan llevar por las virtudes de la hembras. Parece que es una cuestión universal. Bueno, será mejor que preparemos al último miembro de la tripulación.
Oigo unos pasos que se acercan mientras intento mover mis brazos por última vez. Miles de preguntas surcan mi mente, pero solo un pensamiento la domina. “Hazte astronauta” me dijo.
El titulo mola y el principo no está mal, el intento por enlazar el final con el comienzo es curioso. La historia es sosita, un intento cutre de homenaje a las series de sci-fi.
A diferencia de lo que la gente suele pensar, los astronautas odiamos nuestro trabajo tanto como las recepcionistas pueden odiar el sonido de un teléfono. No creo que a nadie en su sano juicio le gusten las practicas en el maldito tanque de agua por mucho que simule las condiciones en las que nos encontramos en el espacio. Es mas, creo que el motivo principal por el cual a la gente le interesa tanto este trabajo es simple y llanamente la pura vanidad. No tiene mucho de especial el ser abogado, médico o piloto de avión. Pero poca gente puede decir que es astronauta. En mi caso cuando me apunte a las pruebas no era mas que uno de los miles de trabajadores de la Nasa, un trabajador anónimo en el departamento de mecánica de aeronaves. A la convocatoria se presentaron mas de cuatro mil personas, todos ellos profesionales altamente cualificados y yo fui el elegido. Y todo por un consejo de mi mujer. “Hay una solución muy clara para tu problema de falta de reconocimiento en el trabajo”. “Hazte astronauta” me dijo.
Faltan dos días para el despegue y hoy nos enfrentamos a la ultima sesión de entrenamiento. Salimos de la base hace dos horas en un camión de la compañía, una unidad móvil de lujo con café recién hecho y donuts del día. Debemos estar en un centro ultrasecreto o algo así. Sentados en una mesa enorme, similar a las emplean en las en las grandes empresas para sus salas de reuniones, la tripulación al completo esperábamos con cara de aburrimiento. Hace unos veinte minutos una rubia de medidas ideales enfundadas en un traje de enfermera apareció de la nada y se llevó a nuestro comandante, Danny Anderton. Los ojos de Danny quedaron clavados en el trasero de la chica y la siguió como un galgo sigue a la falsa liebre. Diez minutos después la enfermera con cuerpo de top model vino a por Agatha Burgess, nuestra especialista de carga. Segundos después de que la única mujer de la tripulación abandonara la sala John Witwer, nuestro carismático piloto, hizo el comentario que todos esperábamos de el.
- ¿Habéis visto ese precioso culo?
Hace aproximadamente una hora que llegamos y en de nuestra improvisada reunión solo quedamos Jeff Fletcher y yo. No sé dónde estarán los otros ni que clase de pruebas se dedican a hacer en este sitio, pero desde luego no han vuelto por aquí. Justo un segundo antes de decidirnos a buscar a alguien para que nos diera algún tipo de explicación, la enfermera entro en la sala y dijo mi nombre con una inquietante dulzura. Antes de abandonar a mi compañero tuve la extraña certeza de que algo pasaba, algo que ninguno de nosotros podíamos imaginar antes de llegar a este maldito sitio.
Caminamos por un largo pasillo de paredes de acero carente de puertas o indicio de cualquier tipo de actividad. Al fondo, una puerta se abrió un par de metros antes de nuestra llegada. Entramos en lo que parecía ser un enorme laboratorio, lleno de maquinas que no había visto en mi vida y que no tenia ni idea de para que podrían servir. Busqué sin suerte algún signo de vida o algún rastro del paso de mis compañeros. La enfermera me digo que me sentara mientras señalaba con su mano hacia una silla de cuero y una mesa de pino macizo, algo que no pegaba demasiado con el resto de complementos de la habitación.
Menos de un minuto después de la desaparición de la enfermera llegó el Doctor Lamar Knott. No exageraría si dijera que era el tipo más extraño que había visto jamas. Completamente calvo, casi dos metros de altura, ojos azul grisáceo, mirada inquisidora.
- Quiero que conteste a cada pregunta de forma clara y sin ningún tipo de dudas. - Dijo nada mas sentarse frente a mí. - Como quiera. - ¿Es usted Frank Stevens, experto en sistemas eléctricos e hidráulicos? - Si. - ¿Esta usted casado o tiene familiares a su cargo? - Si. - ¿Cree usted en la existencia de extraterrestres, en la vida en otros planetas? - La expresión de mi cara cambio del cansancio a la sorpresa por la pregunta. - Todas las respuestas a cualquiera de las preguntas que pueda hacerme esta en mi ficha, no veo necesario contestar a este cuestionario. - Tanta espera para esta estupidez, pense.
Antes de dar opción a cualquier reprimenda por mi falta de disciplina, a un par de metros de donde estabamos se abrió una puerta que a simple vista era inexistente. De ella salió Danny Anderton. Me miró directamente a los ojos y no pareció reconocerme. Era Danny, eso estaba claro, pero no parecía la misma persona con la que pasé mas de dos años de instrucción. Esta demasiado pálido, sus ojos no expresaban emoción alguna. Incluso parecía andar de forma diferente. Tras él, la enfermera llevaba en sus manos una especie de bote del tamaño de una lata de refresco. En el momento en el que se cerró la puerta por la que salieron se abrió otra en otro punto de la habitación. Entraron en ella y el Doctor Knott reanudó su particular test como si nada hubiera ocurrido.
- ¿Tiene usted perro u otro tipo de animal de compañía? - ¿Que le han hecho al comandante Anderton? No tenia muy buen aspecto. - Decidí que la entrevista había terminado. - El comandante Anderton esta perfectamente, por el momento todas las…..- Y justo en ese momento, antes de que el Doctor Knott acabará de dar su pobre explicación la puerta por la que antes habían aparecido Danny y la enfermera rubia se abrió. De ella salió la misma enfermera con el mismo bote seguida de Agatha Burgess, con el mismo pálido aspecto. Era el momento de saber que estaba pasando. En un movimiento rápido me levanté de la silla y por primera vez la cara de Knott hizo lo que pareció un leve gesto de sorpresa.
- ¡Ey, Burgess! ¿Va todo bien?. - Le grite con bastante intensidad, como si estuviera a el triple de distancia.
- No me hizo el más mínimo caso. Continuo andando hacia la misma puerta por la que desapareció Anderton y en cinco segundos la escena terminó. Knott, con su mirada inexpresiva totalmente recuperada continuó con su mecánico trabajo.
- ¿Ha tenido alguna enfermedad grave a lo largo de su vida?. - Con el mismo tono monótono. - ¿Qué tienen montado aquí, una fabrica de tías superbuenas o algo así? ¿Qué tipo de pruebas nos están haciendo? .- Seguía de pie, aunque ni mis preguntas ni mi falta de protocolo parecían importarle lo mas mínimo. Ante su falta de reacción y la ausencia de cualquier tipo de respuesta, mis nervios se aceleraron. Golpeé con mis puños la mesa y Knott miró por detrás de mi espalda con la misma tranquilidad con la que me preguntaba su estúpido cuestionario. La enfermera rubia o una de sus gemelas me inyectó el contenido de una pequeña jeringuilla en mi brazo izquierdo.
El resto lo recuerdo como una mezcla de nubes y claros. Recuerdo darle un empujón para quitarla de mi camino. Recuerdo que intenté abrir la puerta por la que había llegado, pero era incapaz siquiera de encontrarla. Recuerdo correr hacia el fondo del enorme laboratorio y la puerta que se abrió cuando apenas me quedaban fuerzas para caminar. A duras penas conseguí cruzarla y lo ultimo que vieron mis ojos fue algo que a primera vista me pareció un efecto secundario de la droga que me habían administrado. Una nave enorme, tres veces más grande que cualquiera de los cohetes espaciales existentes en los archivos de la compañía descansaba imponente en una especie de hangar. Puede que por deformación profesional o por simple fascinación cuando caía al suelo, perdida toda movilidad de mi cuerpo, lo único que pense es en que tipo de sistema de despegue podría tener ese cacharro. Y entonces todas las luces de mi cerebro se apagaron.
Hace un rato que recuperé la consciencia. Sigo sin poder moverme un músculo y hasta que pueda hacerlo me niego a abrir los ojos, aunque dudo que lo consiguiera. Oigo unas voces conocidas, deben estar cerca, a unos seis metros de distancia.
- Espero que todos los humanos no sean tan hostiles como el penúltimo espécimen. Antes del intercambio nos dijeron que estos estaban entre lo mejor de la especie. - Eso nos aseguraron. De todas formas el anterior grupo ya nos informó de que el macho de la especie tiende a tener reacciones desproporcionadas ante situaciones adversas. - Y también hemos confirmado que se dejan llevar por las virtudes de la hembras. Parece que es una cuestión universal. Bueno, será mejor que preparemos al último miembro de la tripulación.
Oigo unos pasos que se acercan mientras intento mover mis brazos por última vez. Miles de preguntas surcan mi mente, pero solo un pensamiento la domina. “Hazte astronauta” me dijo.
El titulo mola y el principo no está mal, el intento por enlazar el final con el comienzo es curioso. La historia es sosita, un intento cutre de homenaje a las series de sci-fi.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home