Sunday, November 26, 2006

Completando el once inicial

Peter Millar miró por décima vez los papeles que llevaba en sus manos. La situación era delicada y sin duda podría tener consecuencias desastrosas, pero segundos antes de entrar en el despacho y dar la noticia, no pudo evitar que una sonrisa se dibujara en su rostro.
- ¿Tenemos ganador? – su jefe también sonreía, pero con un gesto exagerado. Como un hombre poco acostumbrado a dar muestras de felicidad y que cuando lo hace el resultado es demasiado grotesco. - Lo tenemos – Peter le entregó la carpeta. Contó mentalmente.
1,2,3 Está leyendo.4,5,6 La sonrisa parece más forzada. Más grande.7,8,9 La expresión de sus ojos cambia. 10,11,12 Relee el último dato.13 Adiós a la simpatía.
Donner se acercó a su empleado, intentando no mostrar pánico a sus invitados. Se acercó a su oído.
- Dime que es una broma y te prometo que no habrá represalias. - Me temo que no. Lo he comprobado personalmente – doce veces, pensó Peter.- ¿Y las bases? ¿Es que el notario no tiene nada que decir? – le costaba mantener la calma.- Las he leído de arriba abajo. No pone nada sobre eso.
Donner se acarició la sien e intentó recuperar la falsa alegría antes de girarse.
- Señores, tenemos un pequeño problema.
***
Un pequeño problema que comenzó tres meses antes, el día en el que Coca-Cola dio a conocer su nueva promoción. Exactamente en el momento en el que el repartidor entregó a George Dawson los dos posters junto al pedido habitual de tres cajas de botellas.
- ¿Y esto? – preguntó sin demasiado interés. Ni siquiera tuvo la curiosidad suficiente para desenrollarlos y echarles un vistazo. - Es lo último. Coca-Cola entra en el maravilloso mundo del reality.
George entró en su viejo bar y quitó el trozo de celo que aprisionaba tan sorprendente noticia.
La foto de un chico joven con un balón de soccer en su mano izquierda. En su mano derecha, una botella de Coca-Cola, con la etiqueta un poco más roja de lo normal. Debajo, letras presentando la función.
COCA-COLA Y LA FEDERACION NACIONAL DE SOCCERPRESENTAN
COMPLETANDO EL ONCE INICIAL
George leyó las bases, tres veces en diez minutos. La incredulidad lo paralizó, hasta el punto de no darse cuenta de la presencia de su mujer.
- ¿Buenas noticias? – le preguntó mientras acercaba su mirada al cartel. - Han perdido la cabeza. Esto es totalmente inconcebible. - Completando el once inicial. No suena mal.
George la miró extrañado, como si hubiera dicho una barbaridad. ¿Cómo se sentiría ella si hicieran algo así con su adorado beisbol?. Todavía no podía creerlo. Necesitaba unos minutos de intimidad para poder asimilarlo.
- Me voy al baño.
George se bajó los pantalones y se sentó en la taza. No tenía ninguna necesidad fisiológica, fue más bien un acto reflejo. Cuando uno se sienta en el water lo hace sin pantalones. También me podía haber sentado en la tapa, pensó. Segundos después volvió al tema que le había llevado hasta allí. La incredulidad y la indignación competían en su cabeza.
Que el futbol europeo no tenga mucha afición en este país no quiere decir que la solución sea montar un concurso de este tipo. Puede que la cosa funcione a nivel de público, pero…¿y el respeto a las leyendas?. Pele, Di Estefano, Cruyff, Maradona…¿que pesarán ellos de esta fantasmada?. Y además no hay ni que saber jugar. Basta con reunir cinco mil etiquetas de botellines de Coca-Cola para poder participar en el sorteo. Cualquier desgraciado podrá jugar en la selección. Incluso una mujer. ¡Y contra España, nada menos!. Están totalmente locos.
Y entonces alguien llamó a la puerta de su privacidad.
- ¿Georgie? – este se quedó pálido. Hacía siglos que nadie le llamaba así, que no escuchaba esa voz.- ¿Papá?- Menudos meaderos tienes montados, parecen pilas bautismales. Hijo, sal un momento, tengo algo que decirte.- Prefiero estar aquí – dio gracias al cielo por haberse bajado los pantalones.- Como quieras, chaval.
Cinco minutos después, justo cuando Emily empezaba a preocuparse por el estado de su marido, este apareció frente a ella.
- George, querido, se me ha ocurrido algo mientras estabas haciendo tus cosas. Creo que deberías…- Presentarme a ese concurso. Sí, a mi padre también le parece una buena idea. Se me acaba de aparecer para decírmelo. - Ah, entonces no se hable más.
***
En la sala de reuniones de la sede central de Coca-Cola, Peter Donner exhibía su ya característica sonrisa. En los últimos días había aprendido a vivir con ella, y aunque su mujer ahora le llama “Joker”, él ésta convencido de que ahora es un hombre más querido. Se sentó junto a Michael Reed, justo frente a George.
- Señor Dawson, es un placer conocerle en persona. Espero que haya tenido un buen viaje.- De lujo.- Perfecto. Le presento al presidente de la Federación Americana de Soccer, el señor Reed – delgado, con gafas de pasta y medio calvo. El paradigma del futbol, pensó George.
Tras los saludos de cortesía comenzaron las negociaciones.
- Verá, nos gustaría hacerle una oferta, en vista de las circunstancias, creemos que sería mejor que usted ocupara el puesto de entrenador durant…- ¿Qué circunstancias? – le interrumpió George. - Tiene setenta y seis años.- En las bases no especificaba ningún límite de edad. - Cierto. Pero creemos que para usted será más gratificante el poder entrenar al equipo nacional en un choque de tanta importancia – Reed intentó razonar, salvar un poco la situación. - Quiero jugar. De delantero centro – George imitó la risa de Donner, disfrutando de lo cómico de la situación. Reed negaba con la cabeza mientras se quitaba las gafas. - Le recuerdo que el premio incluye dos semanas entrenando con el equipo. Trabajos físicos a nivel de deportista de elite – por un momento Donner abandonó la sonrisa.- ¿Cuando empiezo?
***
Sentado en el vestuario, mientras se ponía las botas que cuatro días antes le había regalado Ronaldinho en el programa de Jay Leno, fue cuando los nervios hicieron acto de presencia. No los había tenido en las tres semanas de intensa promoción, en ninguna de las cadenas de televisión a las que había sido invitado o los actos a los que había tenido que asistir. Era en ese momento, a treinta minutos de comenzar el partido de su vida. Claudio Reyna, líder indiscutible del medio campo del equipo se acercó a George.
- Georgie, hay que salir a calentar.- Voy, dame sólo un par de minutos. - Las gradas están llenas. El público te espera – Reyna aplaudió y se llevó a los chicos por el túnel de vestuarios que llevaban al campo.
George pasó esos dos minutos callado, esperando que su difunto padre se le apareciera.
***
Al minuto ochenta y ocho cualquier muestra de nervios había desaparecido por completo, dando paso a una mezcla de cansancio físico y frustración absoluta. En ese tiempo había tocado tres balones, y cada cual con peor resultado. En el primero recibió la pelota de espaldas, cerca del área. Cuando giraba la cintura para mirar dónde estaba la portería, voló. Creyó que era cosa de su padre, que lo elevaba a los cielos para el desmarque perfecto, pero la fantasía terminó cuando sus huesos chocaron contra el suelo. Segundos después, el médico del equipo le dijo que Puyol le había quitado la pelota limpiamente, y que lo mejor sería que le cambiaran. George comprobó que podía mover todos los músculos y volvió al terreno de juego. El segundo balón fue un poco más humillante. Valerón avanzaba driblando con habilidad en el centro del campo, y George pensó que nadie chulea así a la selección de su país. Se acercó decidido a pararlo de cualquier forma, aunque le costara una tarjeta. Con un suave movimiento, el diez de los españoles le pasó la pelota por debajo de las piernas, y en un gesto de reflejos George golpeo suavemente el esférico con el tacón y volvió a besar el suelo. Era el minuto cuarenta de la primera parte. En la banda, mientras le echaba agua milagrosa, el médico insistía en el cambio. Lejos de allí, en su viejo bar, sus amigos compartían la preocupación de su mujer.
- Te apuesto diez pavos a que vuelve en camilla – le dijo su hermano.- Veinte. Parece mentira que no lo conozcas – sentenció Emily.
El tercer balón hizo que la grada emitiera un gruñido de asombro y preocupación. Corría el minuto treinta y seis de la segunda parte cuando Baraja se disponía a lanzar una falta cerca de la media luna del área. George se puso en la barrera y se tapó sus partes. Lastima que la pelota no fuera hacía allí. Cuando recuperó la consciencia, el médico le preguntaba cuando dedos veía. Demasiados, pensó. El cambio estaba en camino, un joven de dieciocho años calentaba en la banda. George se levantó, intentado demostrar que podía seguir sin ningún problema.
En el minuto noventa y dos, Estados Unidos forzó un corner. George estaba en medio campo y le costó Dios y ayuda llegar al área rival. Se quedó en el pico contrario al corner, intentando recuperar la respiración. Reyna centró. Balón pasado, al segundo palo. George avanzó un poco, siguiendo con la mirada la trayectoria de la bola, casi no se dio cuenta de que Helguera le estaba agarrando de la camiseta y lo estaba dejando medio desnudo. George perdió el equilibrio, se iba de lado. En ese momento, la bola le golpeo con fuerza, haciéndole caer hacía el lado contrario, como si un boxeador le hubiera dado un buen derechazo. En el suelo, vio a Casillas lanzarse como un gato y como sus dedos rozaban el balón. El grito del público, la alegría desatada. El médico saltó al terreno de juego a toda velocidad, mirando con una pequeña linterna las pupilas de George. - Como se atreva a cambiarme juro que le mato – le dijo mientras intentaba levantarse.
No hubo tiempo para más. España había goleado a Estados Unidos por seis a uno. El público obligó a George a dar la vuelta al estadio, gritando su nombre como si se tratara de una estrella de rock.
***
Cuatro meses después, cuando el mundo empezó a perder el interés por su vida y por los secretos de su alimentación, cuando las llamadas de marcas deportivas y bebidas energéticas se habían reducido a dos por día, George empezó a sentir que su vida volvía a la tranquila rutina. A fin de cuentas no resultó una mala experiencia. Acababa de reformar su bar, ahora era el doble de grande y se acercaba mucho más a lo que el consideraba una taberna irlandesa. Frente a la barra, su camiseta con el número nueve, la foto del once inicial. Lo único que conservó de la antigua decoración fue la taza del water, aquella en la que habló con el fantasma de su padre sobre la vida y lo bonito que sería marcarle un gol a España.










Otro que triunfó en los pvs, un juego privado con una frase que odio profundamente. "Si te esfuerzas puedes conseguir cualquier cosa". Estira del hilo y tienes este relato.

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