Más allá del arco iris
Lyman Baum salió de la casa y se sentó en la pequeña y descuidada escalera. Sus temblorosas manos rebuscaron en los bolsillos de chaqueta, a duras penas consiguió que la llama de su mechero entrara en contacto con el cigarrillo. En los tres años que llevaba en Arkansas nunca se había enfrentado a algo así. Su trabajo se limitaba a investigar casos de robo de ganado y pequeñas disputas familiares.
- Se ha despertado – Anunció una voz profunda, acentuada por la gravedad de su tono.
Tom Gale era un buen hombre. Cuidaba de su familia, no se metía en líos, se ocupaba de sus asuntos. Lyman se levantó y se acercó a la puerta. En el umbral, con la escasa luz que ofrecía la bombilla que alumbraba la entrada, el padre de Dorothy parecía dispuesto a llegar a las puertas del infierno.
- Ya sé quien ha sido. Vamos – Gale levantó su brazo derecho y le mostró la escopeta que hasta ese día solo tuvo como blancos a conejos y liebres.
- Déjeme hablar con ella un momento. No nos queremos precipitar – Lyman intentó tranquilizarle. A duras penas lo consiguió.
* * *
Veinte minutos después, conduciendo a toda velocidad por la carretera estatal, supo que ya no había marcha atrás.
- Dorothy parece estar bien. Aunque no es capaz de recordar casi nada. - Ha recordado lo suficiente. - ¿Qué va a hacer, llegar y pegarle un tiro?- Sí. Varios. - Si hace eso tendré que detenerle.- Haga lo que tenga que hacer.- Bien.
Lyman conducía. “Cómplice de asesinato”, pensó.
- Si encontramos pruebas y es culpable, puede que podamos solucionarlo. Debe dejarme manejar el asunto – Intentó controlar la situación.- Si es culpable le meteré una bala entre ceja y ceja.
Lyman sacó su revolver y comprobó que estaba cargado. No tenía ni idea de cómo acabaría todo.
* * *
Al llegar a la granja todo parecía tener sentido. Saltaron la valla y caminaron por un camino de baldosas amarillas. Lyman abrió la puerta del granero. Encima de ella un cartel avisaba “Prohibido el paso. Trucos de magia.” Un espantapájaros con un traje azul, una estaca clavada en su espalda. Una especie de muñeco gigante fabricado con latas Campbell. Un león escuálido dentro de una jaula demasiado pequeña. Sin duda era el sitio. Tom Gale miraba encolerizado. La luz se encendió.
- ¿Qué demonios hacen aquí? – un anciano de poco estatura y prominente calva apareció frente a ellos. - Hijo de puta… - Gale le apuntó. Acarició el gatillo.
La cara del anciano reflejaba puro pánico. Si era culpable, interpretaba muy bien el papel de inocentón.
- ¿Para que son todas estas cosas? – preguntó Lyman. Una oportunidad antes de que Gale dispare. - Soy mago. Actuó en ferias del condado. - ¿Y el león?- Por Dios santo ¿me van a disparar por tener un león? Tengo todos los papeles en regla.
Gale se acercó un poco más al viejo. En un rápido movimiento le golpeo con la culata de su arma. El anciano se retorcía de dolor.
- Si vuelve a pegarle seré yo quien dispare – amenazó Lyman señalándole con el dedo.
Lyman se agacho y examinó la brecha que llenaba de sangre la cara del viejo.
- ¿Se encuentra bien?- No. Están ustedes locos. - Lo siento, mi amigo esta un poco nervioso. - Debería vigilarle m…
Un disparo terminó con la conversación. “Una bala entre ceja y ceja”, pensó Lyman. Al girarse se quedo sin palabras, se le secaron los reproches. Vio a Tom Gale, con la escopeta en una mano y el cadáver de Toto en la otra. El cachorro tenía el cuello partido. Al fondo, pegado a la pared de la salida, un arco iris de cartón. El camino a casa.
O lo amas o lo odias. Para mi, lo mejor que he escrito hasta el momento, pero entiendo perfectamente a los que no le gusta nada.
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