Como en el cielo
-
Enséñame cómo hiciste ese truco. Ese que me hizo
gritar. El que me hizo reir.
El sonido transportado por el
aire que hacía décimas de segundo estaba en su cuerpo. El leve contacto de su
pelo en mi cuello. Su forma de separar la silla de la mesa, de sentarse. El
arte de hacer una entrada para un solo espectador.
-
A estas alturas conoces todos mis trucos – Las frases
que tenía preparadas en mi mente deciden irse.
-
Nunca todos – dice recostando su espalda y
rascándose la frente con la palma de su mano izquierda.
-
Los malos es recomendable olvidarlos – digo. El
guion arde en el rincón de mi cabeza que guarda las ideas saludables.
-
No puedo recordad ninguno malo – dice apoyando
los codos sobre la mesa.
Sin las respuestas que había estado escribiendo minutos
después de que ella me llamara para preguntar si me apetecía tomar algo, tenía
que confiar en la distancia.
-
Qué quieres? - pregunto mirando una botella azul
cielo que descansa entre otras cuarenta botellas, en una repisa sobre la cabeza
del camarero que en ese momento devuelve el cambio a una anciana malhumorada. Ella
sabe que la miro aunque mis ojos no se cruzan en la trayectoria de los suyos.
-
Dime cómo lo hiciste y te prometo que huiré
contigo.
-
Ya.
Levanta el dedo índice, pide dos cervezas. Yo miro el café a
medias que tengo delante de mi. Doy un breve sorbo y vuelvo a encender los 40
ventiladores industriales. Distancia.
-
En serio. Qué quieres?
-
Tenía ganas de verte. He intentado evitarlas,
ignorarlas de todas las formas que te puedes imaginar.
-
Échate a la bebida – digo señalando al camarero
que se acerca a nosotros.
-
Probado. No funciona. Dormir, el chocolate, libros,
amigas, psicólogos. Nada – una media sonrisa. 20 de mis ventiladores explotan simultáneamente,
fuegos artificiales en mi línea de defensa.
-
Eso son más ganas de verme que cuando me dijiste
que no ibas a volver a verme – la ironía, al rescate tras escuchar los gritos
de huida de los últimos guardianes de mi resistencia.
-
Es difícil.
-
Verme? No me veas, de verdad.
-
Por qué estás tan lejos? Por qué nunca has
querido saber si estoy enamorada de ti?
-
Es difícil – acierto a decir.
-
Todo es difícil. Y también muy sencillo.
-
Hoy es muy sencillo y mañana es difícil? – digo lo
primero que se me ocurre. De momento funciona.
Ella lo sabe y
asiente con la cabeza.
Intento odiarla, echar mano de los
momentos malos. Las imágenes llegan, las conversaciones. La distancia.
Me mira en el breve momento en el
que intento que sus ojos me ayuden a encontrar motivos para no creerle. Veo que
está perdida, solitaria. Por unos
segundos, aquel bar lleno de marujas, tipos trajeados y turistas, el sitio
donde habíamos estado más de doscientas veces, era algo parecido al cielo.
"Just like heaven" de the cure versión mi cabeza. Es una canción con las frases iniciales perfectas y hacía siglos que quería escribir algo que empezara así. La idea no era robar más estrofas pero la cosa ha salido así. El día y la hora adecuada. Trillones de disculpas, Robert Smith.
"Just like heaven" de the cure versión mi cabeza. Es una canción con las frases iniciales perfectas y hacía siglos que quería escribir algo que empezara así. La idea no era robar más estrofas pero la cosa ha salido así. El día y la hora adecuada. Trillones de disculpas, Robert Smith.